lunes, 16 de marzo de 2020


Dos gatas y un perro

Todas las mañanas me levanto cuando el humano que me cuida también se levanta, lo sigo a todas partes, nunca me separo de él, solo cuando él me dice que me porte bien porque se va para el trabajo, es un poco triste por que duro mucho esperándolo.

Tengo poco tiempo viviendo en esta casa, aún trato de acostumbrarme a las largas esperas y a no pelear con Clío y Erato, dos gatas que viven con nosotros.

Durante todas las horas que estoy sólo con Erato y Clío me siento muy ansioso, me hace falta Antonio, el juega conmigo y me ofrece muchas cosas de comer, es triste estar solo por tanto tiempo, aunque las dos gatas tratan de acercarse a mi, me da miedo que me hagan algo.

En uno de los muchos días que pasaba triste por mi supuesta soledad, Clío y Erato se me acercaron para conversar, decían que me veían triste y que no debería estarlo, fue entonces que aprendí una de las lecciones más importantes de mi vida.

-Pequeño Hugo, siempre te vemos triste y no te mueves de ese sillón, sabes que Antonio siempre regresará a casa y aún así estas ansioso. Te daremos un consejo, disfruta tu tiempo a solas como nosotras, corre, juega, duerme, no siempre tendrás compañía y eso no está mal, puedes aprender de ti mismo, puedes hacer cosas nuevas, puedes ser feliz solo o con Antonio...

Después de que Clío y Erato charlaron conmigo aquella vez, me he sentido mejor, aprendí que estar sólo es un sentimiento, cuando nos acostumbramos mucho a algo o a alguien podemos sufrir cuando ya ese algo no está con nosotros, pero siempre nos tenemos a nosotros, siempre habrá tiempo para aprender y para no sufrir.

Ahora cuando me levanto en la mañana y Antonio se marcha a su trabajo ya no me siento mal, al contrario, sé que volverá y seré feliz, pero mientras no está, también puedo ser feliz porque al final no poseemos a nadie y entendí que el desapego es una gran forma de amar.


lunes, 24 de febrero de 2020

La ventana



Existieron días en los cuales abría una ventana y miraba el paisaje nocturno de la ciudad. Observaba autos, luces, personas ir y venir de sus trabajos, jóvenes riendo después de beber un poco y en ocasiones podía escuchar algunos llantos sin entender a que se debían.

Esto ocurría prácticamente cada viernes, después de una semana tediosa de universidad, lo que más deseaba era que llegara el fin de semana para ir y abrir esa ventana y esperar, esperar lo que siempre quería ver...

En esos tiempos era un vigilante, esperaba y esperaba hasta verla doblando la esquina, recuerdo verla con sus pasos apurados, siempre acelerada, siempre con prisa, siempre puntual...

Para mi esa ventana era felicidad, eran ansias, era calma, era de todo menos algo triste...

A veces las ventanas se cierran para siempre o por algún tiempo, a veces estamos esperando y ya nadie dobla la esquina, ya nadie viene con paso apurado, a veces alguien más ve en otra ventana lo que yo veía y eso me causa dolor.

Tal vez algún día pueda volverla a abrir, pueda volver a esperar con alegría, pueda sonreír de nuevo...




domingo, 26 de junio de 2016

Las que se van...

-Todos tuvimos a una Ana, mi hermano la tuvo, recuerdo que un amigo de triste andar decidió irse del país por una, y yo mi querido Lorenzo, yo también tuve a la mía...
-¿Pero qué cosas dices?
-¡La verdad! Hasta un Horacio que escribía con el corazón en la mano tuvo a la suya, y vaya que le dolió perderla...
-No entiendo lo que dices pero me da miedo encontrar a la mía si debo abandonar algo, si la pierdo o si juego con mis dedos tal y como tú lo haces, pareces loco...
-No te preocupes más Lorenzo, no sabrás su verdadero nombre hasta que la veas partir...


Fragmento de: “Las que se van...”

martes, 31 de mayo de 2016

Viv

Me gusta esta época del año, aparecen las primeras gotas de lluvia y los vientos fríos que tanto deseaba luego de los ahogos que sufría por tanto calor.
He comprendido que cuando escribo, siempre están acompañándome las lluvias, un trago y recuerdos tristes. Pero hoy es diferente, hoy escribo influenciado por otras cosas y eso me sorprende, quizás el tiempo que llevo alejado de las letras y los sentimientos vertiginosos me han hecho bien.
Hoy quiero escribir solo por una razón y es porque algo que siento me atraviesa y recorre todo mi cuerpo como si fuera electricidad, cuando no logro entender lo que me ocurre lo escribo, funciona luego de leer unas cien veces mis extrañas palabras.
Nunca les ha pasado que conocen a alguien y los hechiza? Nunca han sentido cariño, ternura, respeto, admiración por alguien a quien tan siquiera han escuchado reír, pero que en su imaginación la ven explotar en sentimientos como si fuera un volcán?
Hoy siento eso, siento algo extraño por alguien que no conozco pero que sin duda me transporta a lugares en los que jamás he estado pero se sienten bien.
Identificarme con sus ideas, ideales y sus extraños gustos hacen que me sienta abrumado, ver sus ojos brillantes, ver su capacidad de tocar algo y volverlo arte, la ambición de querer hacer lo que le gusta y ser quien es hace que yo me sienta desubicado....
Hace algún tiempo escribí sobre la “medusa” y sus “tentáculos” que de una u otra forma me aprisionaban, me asfixiaban y me dejaban encarcelado en un mismo lugar, hoy se siente bien escribir sobre algo que trasciende y no te ancla, algo que navega y no encalla en sentimientos oscuros o culpas...
Son muchas las casualidades que de seguro me harían admirarla mucho más, pero que mi color favorito recorra cada uno de sus cabellos me parece fantástico, el azul no solo hace que todos amen el cielo, el azul combina con todo, pero jamás lo vi unido de manera tan espectacular a una persona.
Mi manera de gritar es de este modo, así digo lo que pienso sin sentir culpa o pena, hoy puedo sentir un poco de descargo pero también creo que el hechizo es fuerte, hoy me siento como hace mucho no me sentía y solo puedo decirte GRACIAS!!



miércoles, 6 de mayo de 2015

La purga



Hoy inicia la purga y el primero en morir es tu recuerdo.
No serán doce horas de odio, tampoco un pretexto para desearte el mal, solamente es el momento para matar todo aquello que me mantiene atado a tu cara triste.
Mueren las pláticas sin sentido a altas horas de la noche, mueren las fotografías divertidas y mueren las caminatas junto con tus quejas de cansancio.
Hoy es noche de purga y no hay recompensa sin dolor, hay que destruirlo todo, hoy muere un gran cariño pero no tengo idea lo que nacerá después...
Esta será la última noche que te recuerde, esta noche todo muere...

A partir de mañana nada será igual, nada existirá, nada será, no existirás...

jueves, 26 de marzo de 2015

Limbo

Es complicado estar y no estar presente, escuchar e ignorar voces amigas, dulces, necesarias...
La última vez que me sentí tan mal, no era tan apegado y no me dolía todo como si fuera la muerte la que me abrazara segundo a segundo con cada recuerdo.
He prometido ya algunas veces tratar de no sentirme tan miserable y seguir adelante, tratar de no mirar lo malo en cada esquina camino a la universidad, tratar de dejar ir aquello que me lastima tanto y que aún sigo queriendo a mi lado.
No sé que debo hacer, deseo tanto poder olvidar, poder dejar de conocer, ver a todos como desconocidos y ya no ser más que un títere del tiempo, dejarme llevar hasta el último acto y perecer sin recordar amor alguno...
Hoy no soy yo el que escribe, sin duda es el resentimiento...
Ya no tengo idea de que debo hacer, probablemente huir y lamentarme cuando ya lejos, vea a todos tranquilos sin mi presencia...


lunes, 23 de marzo de 2015

La verdadera muerte



  Leyendo algunos libros que tratan de la agonía , lo que en realidad es la vida y sus diversas situaciones, no puedo evitar pensar en el joven Gabriel. Si bien es cierto, no era cercano a mi, su vida (o su agonía) marcó la mía.

  Gabriel era un estudiante de veintitantos años, evitaba riñas y convivía con sus iguales, nunca se le notaba en extrema tristeza pero pocas veces reía con esa fuerza que da la juventud y la falta de compromisos.

  Tratando de creerme la fama que mis amigos pensaban que yo poseía, traté de iniciar una investigación que me aclarara por qué Gabriel jamás reía y también averiguar el por qué sujetaba su pecho en soledad pero no con gesto de dolor, más bien era como queriendo sujetar un recuerdo para que este no se fuera de su lado.

  Una de las tantas veces que lo observé, pude notar que su vista se perdía en el paisaje de concreto que da una ciudad aburrida, esto es normal para mi, no hay nada peor que la ciudad con sus molestos ruidos y olores desagradables.

  Gabriel se perdía a diario entre sus pensamientos mostrando al público que miraba su vida como si fuera una serie de televisión, una cara larga con unos ojos que no brillaban y una boca entreabierta como queriendo aprisionar algún lamento.

  En una de esas tardes ventosas de diciembre tuve la oportunidad de hablar con Daniel, amigo de Gabriel, compañero también de universidad y de charlas normales de jóvenes muchachos que buscaban como divertirse. Esa tarde, Daniel me confesó que estaba preocupado por su amigo, decía que hablaba poco y miraba a su alrededor como si algo lo abrumara.

-Una noche volvíamos a casa de la universidad, le pregunté a Gabriel si se sentía enfermo o si tenía algún problema en la casa con sus padres o sus hermanos y solo respondió con un “no pasa nada” seguido por una de las sonrisas más tristes que haya visto jamás...- me contaba Daniel algo afligido.

  Mientras Daniel seguía contándome lo que ocurría a diario con su amigo, yo fui haciéndome de la idea de que tenía una fuerte depresión y que era peligroso no tratar de hablar con él ya que en cualquier momento podía ocurrir una desgracia así que decidí buscar a Gabriel para charlar y tratar de buscar una solución a esta situación que a muchos nos preocupaba.

  Un día volviendo a casa me encontré con Gabriel en la estación del autobús y nos saludamos, así que le extendí una invitación para ir a tomar un café y así charlar un rato a lo que accedió sin problema alguno.

  Fuimos a un café muy rústico, tranquilo, de esos lugares donde se puede leer y escribir sin mayor contratiempo, lugar que yo frecuento con mi esposa desde hace más de tres años, cuando salíamos como enamorados para conocernos y querernos más cada día.

  Cuando me senté en la mesa con Gabriel lo primero que dijo fue que él sabía el por qué yo lo había invitado a tomarse un café y que él estaría dispuesto a contarme con lujo de detalles lo que le pasaba.

  Gabriel pidió un café negro y yo un irlandés , luego cuando el mesero regresó ya con las bebidas, comenzó una de las experiencias más desgarradoras e impresionantes que jamás haya vivido.

  El muchacho comenzó la conversación, la cual me puso nervioso desde el principio.

- ¿Usted cree que yo ya esté muerto? Dijo Gabriel.

Negué con la cabeza de manera apresurada y nerviosa mientras trataba de no ahogarme con el trago de café que tenía en la boca.

-Que cosas dices Gabriel, los muertos no hablan y mucho menos toman café. - Le dije.

-Pues le voy a contar lo que me pasa y luego usted sacará sus conclusiones- Me dijo el muchacho con una serenidad aterradora.

-Habrá notado usted Diego que yo no soy como los otros muchachos del barrio, no me privo de ciertos gustos como salir a comer o beberme una copa, pero no rio o grito como ellos, no salgo con ellos, no me gusta contarles mis cosas porque es obvio que no me entenderán.
Todos piensan que estoy loco, que debería ir al psiquiatra o que debería buscar a Dios; yo ya no necesito eso Diego, los muertos solo necesitan descansar en paz ¿no cree usted?-

  Volví a cuestionarle el por qué piensa que está muerto, que los muertos están bajo tierra y sus almas sepa Dios donde están, obviamente en un lugar mejor que este mundo acelerado y lleno de desilusión.

  Luego de cuestionarlo, Gabriel sorbe un poco de café y me hace una pregunta de esas que parecen simples pero vaya, nunca estuve tan equivocado.

-¿Sabe usted qué es estar muerto? -Preguntó Gabriel.

-Pues creo que estar muerto es ya no ser parte de este mundo, dejar de respirar, desaparecer físicamente de la vida de tus seres queridos pero permanecer siempre en sus corazones- Contesté.

El joven mete una de sus manos en uno de sus bolsillos, saca una fotografía de una joven y la coloca sobre la mesa.

-¿Sabe quién es ella?- Dice con voz quebrada el joven.

-Pues no, dime de quien se trata.

-Ella es mi asesina Diego, Ella me privó de la vida, ella se fue con todo su cariño y así me mató. Sus armas un adiós y una lagrima falsa.

  De inmediato supe que estaba frente a un joven con el corazón roto, cosa que nunca ha matado a nadie y tampoco lo hará con Gabriel.

  Escogiendo muy bien mis palabras le di a entender al chico que esto sería una de otras tantas veces en las que sufriría por una mujer, que era cuestión de tiempo y espera para que esa ilusión se vuelva a despertar en los ojos de otra joven.

  Gabriel replicó y dijo que él ya había muerto, él estaba acá tomando café con un vivo, alguien enamorado, alguien con otra vida además de la suya.

  Esa misma semana yo tenía planeado ir con mi esposa de viaje a las montañas y aprovechar de algunos días a solas en una cabaña, disfrutar de algunos días de vacaciones al final del tedioso año que ambos habíamos tenido.

  Mi esposa y yo disfrutamos de cuatro días en un hotel de montaña desde el cual podíamos ver un volcán dormido rodeado por nubes frías y bellas.

  Volvimos un domingo, día que se convertiría en algo tan extraño que aún no comprendo y me aterra.

  Ya en nuestra casa decidí ir a caminar un poco y saludar a Gabriel. Toqué la puerta de su casa y esperé a que me atendieran.

  La puerta se abrió tranquilamente y una señora con una sonrisa algo plástica me saludó.

-Hola, en que le puedo servir-

-Busco a Gabriel señora, será que le puede decir que lo llama Diego?-

-Aquí no hay ningún Gabriel, joven. No que yo recuerde- Dijo la señora con ojos perdidos y su sonrisa fingida, como si le hubieran unido los labios con pegamento.

  Volví a mi casa algo confundido y le comenté a mi esposa lo que acababa de pasar. Ella ya estaba al tanto de lo que ocurría con Gabriel porque ya le había contado de nuestra extraña charla en aquel café.

  Los días pasaban y no se sabía nada de Gabriel, era como si ya no existiera, ni sus amigos, hermanos, ni sus padres se cuestionaban el paradero de aquel joven triste y sólo, parecía que jamás lo hubieran conocido, me daba cierto temor que yo hubiera enloquecido y que ese chico fuera producto de mi imaginación.

  Mi esposa me tranquilizó diciéndome que ella también lo recordaba y que todo esto era muy extraño.

  Pasó el tiempo y era como si Gabriel jamás hubiera nacido, nadie lo nombraba ni lo recordaba.

  Una noche luego de regresar del trabajo, mi esposa con ojos de pánico me dijo que me había llegado una carta.

-Léela Diego, está en la mesa de noche de nuestro cuarto, tal vez si la entiendas porque a mi solo me provoco un terror increíble-

Me dirigí al cuarto y tome la carta, la abrí y comencé a leer.


¡Hola Diego!
¿Sorprendido? Ahora no solo tomamos café o hablamos, los muertos ahora también escribimos.
Ahora puedes creerme, lo único que me faltaba para estar muerto era que no me vieran más...
Al contrario de lo que tú piensas, no mueres y luego te olvidan, no mueres y luego te sepultan; primero te olvidan luego de amarte y ahí es cuando mueres.
Podía lidiar con la indiferencia de mis familiares y conocidos pero no con el olvido de mi asesina, la asesina bella de voz dulce...
Diego, nunca olvides a la otra mitad de tu corazón, si la olvidas te convertirás en un homicida al igual que mi amada.
Te dejo por ahora, ya te sorprendí lo suficiente, dile a Mónica que no te olvide tampoco, que no te mate...

                                                                                            Hasta pronto...

                                                                                                      Gabriel.”



  Mi cuerpo perdió toda fuerza, empalidecí y quise llorar y no supe por qué.
  ¿Será posible que podamos acabar con alguien sin empuñar un arma? ¿Sin traspasarle el corazón con una espada?

-¿Cómo diablos sabía mi nombre se chico si tú me dijiste que no hablaste de mi, si nunca me había dirigido la palabra?- Gritó mi esposa llena de pánico...

-No lo sé amor, a pesar de su edad, Gabriel sabía muchas cosas y ahora sabe más de lo que tú o yo podamos aprender en esta vida....


                                                                                    Mauricio Blanco García.