Existieron días
en los cuales abría una ventana y miraba el paisaje nocturno de la
ciudad. Observaba autos, luces, personas ir y venir de sus trabajos,
jóvenes riendo después de beber un poco y en ocasiones podía
escuchar algunos llantos sin entender a que se debían.
Esto ocurría
prácticamente cada viernes, después de una semana tediosa de
universidad, lo que más deseaba era que llegara el fin de semana
para ir y abrir esa ventana y esperar, esperar lo que siempre quería
ver...
En esos tiempos
era un vigilante, esperaba y esperaba hasta verla doblando la
esquina, recuerdo verla con sus pasos apurados, siempre acelerada,
siempre con prisa, siempre puntual...
Para mi esa
ventana era felicidad, eran ansias, era calma, era de todo menos algo
triste...
A veces las
ventanas se cierran para siempre o por algún tiempo, a veces estamos
esperando y ya nadie dobla la esquina, ya nadie viene con paso
apurado, a veces alguien más ve en otra ventana lo que yo veía y
eso me causa dolor.
Tal vez algún
día pueda volverla a abrir, pueda volver a esperar con alegría,
pueda sonreír de nuevo...
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