Despedirse
siempre duele, sea cual sea el motivo nunca deja de lastimar cada
parte de nuestro ser.
Han
sido noches difíciles y eternas, pensar en su sonrisa insolente y en
su manera irreverente de ver al mundo me hacen extrañar los minutos
que me dedicaba sin mucho interés.
No hay
mucho que hacer ahora, menos a esta hora y en el lugar en el que
estoy, sólo y frente a la ventana no lograré absolutamente nada.
Enciendo
el radio y lo primero que suena es aquella banda francesa de
psicodelia que me hace volar y dejar la miseria de la despedida en
mi habitación.
Viajo
sin rumbo mientras observo las maderas del techo, pienso en que si de
verdad era necesario despedirme de aquella alma libre, pero luego
caigo en razón que quien se despidió fue ella y no tuve otra opción
más que aceptar y volver mi cara hacia el vacío.
Recordar
las palabras de mi padre hace que sienta cierta culpa por mi mala
suerte... “Usted no quiere a nadie, parece detestar a todos, parece
odiarlos a todos...”
El odio
no es una palabra que yo usaría para explicar mi manera de ser,
luego de ordenar mis ideas, llego a la conclusión de que yo no
odio a nadie, solamente amo con intensidad a unos y a otros no...
Viajé
a todas partes al ritmo de Casanova 70, J'ai Dormi Sous L'eau, Les
Professionnels y de Le Soleil Est Près De Moi...
Viajé
por todo el mundo con la cara en mi almohada, respirando hondo y con
una tristeza increíble...
Viajar
es delicioso siempre y cuando no dejemos a nadie atrás, dejar
siempre duele, pero es necesario para conocer nuevos paraísos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario