Encontrar
total satisfacción en una sola alma resulta utópico para todos los que desean
morir de amor, o en caso extremo, morir amando.
Todos
vivimos una vida repartida en diferentes actos, fragmentada, y cada uno de
estos pedazos pertenece a personas distintas, en distintos tiempos y con
placeres diversos.
Siempre
hay alguien que es el soporte, base de todo aquello deseable y satisfactorio,
nuestra hoja en blanco donde escribimos la historia en la cual queremos
aventurarnos y en la cual estamos a salvo, será la vox organalis de esta polifonía que es el amor.
Las pruebas
no siempre salen como deseamos, algún tinte mancha el lienzo y se arruina el
sueño, presente siempre en nosotros esta parte de la melodía sigue resonando
día y noche, pero es un ruido solamente, un ruido que estorba y entristece, una
molestia que no podemos callar.
Aparece
entonces nuestro cantus firmus, la
voz principal de una historia de amor apasionada, peligrosa, brillante pero idílica.
Este es el complemento que necesitaba el desgastado ruido sobre el cual se
dibujó una vida de ensueño que al final es solo una fantasía al mejor estilo
juvenil.
Juntas,
las dos voces, forman una melodía perfectamente sincronizada que nos mantiene
tarareando amor y pasión hora tras hora, la voz que sustenta todo sueño y la
voz que sustenta todo deseo, la voz de la razón y la voz de la aventura.
Es un
hecho que quien ama vive esta melodía en su máximo esplendor, con el
complemento de ambas voces cantando y seduciendo cada parte de nuestro ser,
haciéndonos perder la razón y entregándonos al deseo…
Pero siempre hay un final triste
en cada historia de amor, la melodía pierde fuerza, enmudecen poco a poco esas
voces que juntas creaban tantas cosas, es hora de buscar una nueva voz, una
nueva alma…
No somos seres con ambas voces,
somos una voz que junto a otro ser formamos una melodía, hay que hacernos la idea de que alguien que nos ama, ama a un sinfín de almas más…
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