He vivido mucho, he visto muchas cosas y la verdad es que no acabo
de comprenderlas.
Comparto con mis amigos muchas cosas, ellos son mis compañeros de
aventuras y la verdad es que estoy agradecido por poder hacerlo a
diario. La última vez que hablé con ellos pues los temas eran los
mismos pero la situación pintaba diferente, sentimientos iban y
venían, las historias eran muy fuertes y los miedos afloraban.
El amor siempre es el centro de todo, es dolor y gloria pero todo
era tan cambiante que solo nos mirábamos con cara de confusión
esperando algún aire divino que nos guiara a la salvación o la
siguiente cerveza.
La verdad es que nos sentimos liberados al hablar de cosas
importantes sin la presión de la pena, confiamos los unos de los
otros y tenemos un apoyo más fuerte que el de la lástima, esto es
porque somos hermanos, vivimos lo mismo aunque en tiempos diferentes,
sentimos cosas fuertes por personas desafiantes pero que nos roban el
aliento.
Todo esto ocurre en una mesa, el mundo pasa por nosotros sin ser
nosotros los que pasemos por él, todo esto pasa en una hora y en
ocasiones con un par de cervezas.