Pocas
veces me preocupo por el tiempo, trato de sobrevivir a cada día sin buscar en
las agujas del reloj la miseria que da ver la muerte agónica de cada hora, minuto,
segundo…
Si
bien el tiempo es importante para aquellos entusiastas que planifican su vida
segundo a segundo y que convierten sus días en una suerte de esquema
perfectamente ordenado y minucioso, yo sólo trato de no caer presa del hastío
que deja la soledad...
Todas
las horas me son indiferentes al igual que los sueños que muchos utópicos
puedan tener y amar tan encarecidamente, pero siempre hay un momento que roba
mi atención noche tras noche y me hace pensar en que tan importante puede ser
ya que aparece sin aviso alguno y huye tal cual ladrón con su botín entre las
manos, frías, como de ladrón muerto, ¿Será un recuerdo?
Un
instante de un par de minutos, tres a lo mucho; cuando cae la noche algo me
impulsa a ver mi reloj, diez y veintiocho marcan las tristes agujas olvidadas,
noche tras noche ocurre lo mismo, el mismo deseo a la misma hora y con un único
agravio hacia mi paz, el no saber que recuerda mi cuerpo ya que mi alma lo
ignora…
Pueden
ser caricias dadas a esa hora, besos perdidos en la noche, diez caricias y
veintiocho besos dulces quizás, puede ser todo, puede ser nada.
Si
yo lo recuerdo, alguien más podría sentir lo mismo, tal vez a la misma hora y
nos extrañemos, o puede ser que ese alguien extrañe en otro momento del día, a
otra hora, a otro…