Dos gatas y
un perro
Todas las
mañanas me levanto cuando el humano que me cuida también se
levanta, lo sigo a todas partes, nunca me separo de él, solo cuando
él me dice que me porte bien porque se va para el trabajo, es un
poco triste por que duro mucho esperándolo.
Tengo poco
tiempo viviendo en esta casa, aún trato de acostumbrarme a las
largas esperas y a no pelear con Clío y Erato, dos gatas que viven
con nosotros.
Durante todas
las horas que estoy sólo con Erato y Clío me siento muy ansioso, me
hace falta Antonio, el juega conmigo y me ofrece muchas cosas de
comer, es triste estar solo por tanto tiempo, aunque las dos gatas
tratan de acercarse a mi, me da miedo que me hagan algo.
En uno de los
muchos días que pasaba triste por mi supuesta soledad, Clío y Erato
se me acercaron para conversar, decían que me veían triste y que no
debería estarlo, fue entonces que aprendí una de las lecciones más
importantes de mi vida.
-Pequeño
Hugo, siempre te vemos triste y no te mueves de ese sillón, sabes
que Antonio siempre regresará a casa y aún así estas ansioso. Te
daremos un consejo, disfruta tu tiempo a solas como nosotras, corre,
juega, duerme, no siempre tendrás compañía y eso no está mal,
puedes aprender de ti mismo, puedes hacer cosas nuevas, puedes ser
feliz solo o con Antonio...
Después de que Clío y Erato charlaron conmigo aquella vez, me he
sentido mejor, aprendí que estar sólo es un sentimiento, cuando nos
acostumbramos mucho a algo o a alguien podemos sufrir cuando ya ese
algo no está con nosotros, pero siempre nos tenemos a nosotros,
siempre habrá tiempo para aprender y para no sufrir.
Ahora cuando me levanto en la mañana y Antonio se marcha a su
trabajo ya no me siento mal, al contrario, sé que volverá y seré
feliz, pero mientras no está, también puedo ser feliz porque al
final no poseemos a nadie y entendí que el desapego es una gran
forma de amar.